Suele ocurrir que aquello que nos resulta más evidente no suele ser lo más habitual. Así, cuando escuchamos la palabra Ciencia podríamos pensar en las bondades de la penicilina, en la suerte diaria de beber agua potable o en la facilidad del transporte público. No obstante, antes que lo anterior, muchos nos acordamos de las novelas de Philip K. Dick, de algún estreno reciente (véase Blade Runner), de las animadas aventuras de Rick y Morty, o incluso de algún programa que, emitido en prime time, dedica una sección a experimentos supervisados por un hombre de negro.
Conferencias y seminarios del 6 al 12 de noviembre
Así, el cine, la literatura o los medios de comunicación divulgan ocasionalmente los saberes científicos, adaptándolos bien a la ficción bien al espectáculo televisivo. Un cometido elogiable y que, sin embargo, nunca suplirá una explicación más ortodoxa a esos fenómenos cotidianos y dignos de investigación. En este sentido, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en 1988 la celebración de la Semana Internacional de la Ciencia y la Paz, aquella en la caería cada año el día 11 de noviembre (este año se extiende de 6 al 12 de noviembre). Una conmemoración que incluye conferencias, seminarios o debates y cuyo principal objetivo es la difusión de información acerca del progreso científico y tecnológico y su relación con el mantenimiento de la paz y la seguridad.
Mujeres científicas
Y es que la promoción de la ciencia resulta fundamental para la participación ciudadana. Entender su vital importancia en nuestras vidas nos lleva a defenderla y a reivindicarla. También a admirar a aquellas personalidades que dedicaron años a su estudio y al aprovechamiento de la misma para mejorar el mundo. Tal es el caso de la bióloga keniata Wangari Maathai, la ‘Mujer Árbol’, cuya aportación contra la desertificación y a favor del desarrollo sostenible fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz en 2004. Un ejemplo, además, de los esfuerzos fructíferos de una mujer en un campo tradicionalmente reservado al hombre. Una batalla que recuerda a la de la célebre Marie Curie, primera profesora en la Universidad de París, Nobel por partida doble (Física y Química) y trabajadora incansable en el campo de la radiactividad, aun a riesgo de su propia vida.
Ciencia en las escuelas
Por supuesto, un aspecto imprescindible durante la Semana de la Ciencia y la Paz es el educativo. ¿Quién no recuerda aquella visita a un museo plagado de esferas electrificadas, espejos que nos deformaban y piezas de dominó que ilustraban el Efecto Mariposa? Pues bien, durante dicha semana no serán pocos los centros escolares que apuesten por excursiones para mostrar a los alumnos los misterios del mundo que los rodea.
Tampoco escasearán los acercamientos a la figura y obra de los ya mencionados científicos y científicas. Entre ellos el escocés Alexander Fleming, padre del antibiótico moderno, conserva un lugar destacado. Sus investigaciones, como las del francés Louis Pasteur, han perseguido el fin común de luchar contra la enfermedad. ¿Y qué decir del popular Albert Einstein? Por ejemplo, que si bien sus hallazgos permitieron la creación de la bomba atómica, él siempre condenó las armas nucleares y animó a los gobiernos a alcanzar soluciones diplomáticas. Recordar a estos intelectuales imprescindibles no solo es una manera de inspirar a los más jóvenes a seguir el camino de la investigación, sino igualmente una forma de constatar el ineludible compromiso de la ciencia con el desarrollo y la paz.